¿Por qué los jóvenes somos más "utópicos"?





¿Sabéis por qué nos tachan a los jóvenes de ser más idealistas, soñadores, más rebeldes, o que en general seamos más de “izquierdas”?
No es porque los jóvenes no tengamos ni puta idea del mundo, o porque seamos ingenuos o no tengamos los conocimientos suficientes. La razón principal es porque no estamos todavía conectados al sistema, aún no formamos partes de él. Como beneficiarios sí, disfrutamos de ir a comprar, de tomarnos algo por ahí con nuestros amigos y de los últimos avances tecnológicos. Pero ese dinero es financiado desde nuestros padres. Tenemos, para bien o para mal, la independencia del estado, aunque no la independencia de nuestros padres. Y desde ese clima, desde esa perspectiva, es mucho más fácil ver las deficiencias del sistema. A nosotros no nos determina nada, nuestros padres nos quieren y nos van a aportar por lo menos lo básico para vivir, o si no a base de becas podemos funcionar. Pero no hemos formado una familia propia, no tenemos el dinero como un modo de presión gubernamental y económica.
Las familias constituyen la base para que todo sistema tiránico, basado en el dinero como medio de control, funcione. Veamos: Las o los cabezas de familias están determinados por el dinero, les limita mucho su vida. Para llevar a la familia necesitan una casa (hipotecada o de alquiler), un medio de transporte, gasto en alimentos, en educación, en medicamentos, etc. Por tanto, quien lleva una familia no se va a replantear su opresión, necesitan el dinero, y por tanto constituye una manera más de alienar a la sociedad. Si haces que conseguir una familia se vuelva una meta para todas las personas, limitas sus sueños y su capacidad crítica. Las familias van a buscar el modo de mantener dinero estable, y así no poner en riesgo a los suyos propios. Van a preferir ganar una cierta cantidad, aunque no sea todo lo agradable que quisieran, solo porque están determinados económicamente por el estado y por el dinero. Con todo esto, el Estado y las instituciones de poder, van a asegurarse de que la gente quiera enamorarse de alguien, que quieran tener niños, y cuantos más mejor. Para ello necesitarán una casa acogedora, un coche para llevar a todos los miembros, y la cantidad de bienes de consumo que las empresas y el estado les hagan creer que necesitan. Llegados a este punto cabe preguntarse, ¿mi vida está siendo determinada para que mis metas sean boda, niños y familia? Yo creo que sí, y, es más, lo vemos en todos los ámbitos tanto públicos como privados. Tanto el cine, la literatura “juvenil”, la televisión y los medios de comunicación nos ponen esa idea en el tarro. Por eso al sistema no le interesa que las mujeres abortemos, porque claro, entonces seriamos libres de decidir si queremos tener una familia o no, y solo el hecho de que no formemos una familia les desmontaría el chiringuito. Por tanto, a este tipo de sistema le interesa que las mujeres seamos concebidas como conejas.  Por eso se encargan de hacernos ilusiones a los adolescentes sobre el amor. Nos ponen metas superficiales desde que tenemos uso de razón. Nos enamoramos porque queremos enamorarnos, para cumplir esas metas que tanto nos gustan, pero no sabemos el porqué. Con esto, no estoy diciendo que el amor sea malo. El amor es bueno, el amor libre de elección es algo bonito y el amor por la vida es lo que nos mueve para ser quienes somos. Pero yo hablo del amor que nos venden en las películas: el amor romántico (y este es un tema del que me gustaría hablar más a fondo).
 De igual manera, esta doctrina familiar tiene sus consecuencias con la “mala” y engañosa visión de los de fuera. El hecho de que tu familia sea lo más importante y que el dinero te condicione, te hace mirar a los extranjeros como personas que se quieren adueñar de lo tuyo. Si los recursos son escasos y les dan una parte a ellos, piensas que tu vida y tu parentela están en peligro. De ahí que se les culpe tanto a los “extranjeros” de los problemas del país (y este es un tema en el que también me gustaría profundizar).
Pero, volviendo a retomar el tema principal, la mayoría de jóvenes ,cada vez más, dejamos de pensar en la familia, nos centramos en nosotros y ponemos en entredicho por qué nuestra familia sigue la cadena de montaje: produzco bienes y servicios, me dan dinero a cambio y yo lo sigo invirtiendo en más bienes y servicios que este sistema me ha dicho que son “necesarios” para mí. Y a quien se salga de eso, lo tachan antisistema, de revolucionario o de utópico.  Claro, sí, somos utópicos porque no estamos condicionados por el sistema, todavía no hemos entrado en esa bomba de relojería. Todavía podemos pensar en nosotros mismos como individuos libres e independientes. Podemos hacer mil cosas para cambiar eso, pero mientras tanto la gente que está integrada ya al sistema nos dicen que los jóvenes somos utópicos y que no sabemos lo que queremos, que cuando crezcamos todas esas ideas desaparecerán. Pues ¿os digo una cosa? Si crecer significa renunciar a tus sueños y ser parte de ese sistema zombi de personas que no piensan más que en trabajar y producir, yo me quedo con Peter Pan.

Pd: Me gustaría aclarar algo. En este texto hablo todo el rato desde mi punto de vista, estoy abierta a otras opiniones. Además, estoy hablando en abstracto y generalizando, en ningún momento lo reduzco todo al extremo ni me creo  que tengo la razón absoluta.


¡Muchas gracias por leerme, salud y república!

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